domingo, 11 de mayo de 2014

Ávila y Arias con visa para el sueño de ganar la Triple Corona

                                                      Haber llegado cuarto en el Belmont Stakes también fue un triunfo

La meta no se cumplió como se deseaba pero la participación de Cañonero fue digna en la que dominó 2000 metros a pesar de sus problemas en un casco

Con el triunfo de Cañonero II, en el Preakness Stakes, se acreditaron la Doble Corona. Todo para Juan Arias, Gustavo Ávila, Pedro Baptista y, Juan Quintero era alegría, era un mundo real, en positivo y con grandes oportunidades. Nadie podía imaginar el 30 de abril de 1971, que el caballo venezolano veintiún días después, estuviera a punto de igualar a Citation, el último purasangre norteamericano, en aquel entonces en ganar la Triple Corona en los Estados Unidos en 1948. El invasor venezolano, llegó bien a las caballerizas, luego de concluir el Preakness. Desde ese momento, Arias, Ávila y, Baptista, comenzaron a soñar con la “Triple Corona” y por supuesto… tramitaron su visa para ese sueño.

Los analistas hípicos de la tierra del Tío Sam, no daban con la respuesta de, ¿cómo Cañonero logró los triunfos en el Derby y el Preakness? Pero tenían claro que el Belmont Stakes, era y es: “El cementerio de los caballos velocistas”, así como también es, “El Test de los Campeones”, esa era la prueba de fuego para la inmortalidad soñada.

La delegación venezolano antes de ir a Nueva York a preparase para el Belmont, primero aprovecharon tres días en Maryland, para descansar un poco, trazar las estrategias para el entrenamiento del caballo y celebrar el triunfo del Preakness, en un agasajo que preparan siempre los organizadores del evento y autoridades del hipódromo de Pimlico. En justicia los héroes del hipismo venezolano, disfrutaron a lo máximo del triunfo, mientras que el “Negro” Juan Arias, vivió su propia historia de la “Cenicienta”.

El 20 de mayo, llegó Cañonero a Belmont Park, el mítico hipódromo de la ciudad de Nueva York, el cual fue remodelado 1968. Inmediatamente Juan Arias activo su plan de trabajo para el caballo y él mismo sin perder tiempo, salió a reconocer la pista, con trabajos suaves, donde se vio bien… en las primeras de cambio, pero sin impresionar a los especialistas. Vale destacar, dada la magnitud del evento, la delegación criolla, ya no estaba sola, la prensa, la comunidad hípica de los Estados Unidos y la elite de nuestro hipismo, estaban monitoreando el día a día del purasangre, inclusive el mismo Dr. Rafael Caldera, Presidente de la República de Venezuela, de aquella época.

El mes de mayo estaba en sus días finales, había gran expectativa del público por conocer el resultado de la edición 103 del Belmont Stakes. El verano se empezaba a sentir, el potro a pesar de estar en su peso fisico ideal, en los trabajos no mostraba evolución en los tiempos, la duda era: ¿aguantará los 2400 metros? Por otro lado, los magnates que invierten en caballos de carreras, ya tenían la vista puesta en Cañonero, para hacerlo de su propiedad y para que no quedara duda, cargaban los dólares en la mano.

A una semana del Clásico, había rumores negativos sobre Cañonero, unos decían que tenía problemas en uno de los cascos, otros decían que era cañera y los alarmistas que eran problemas en los tendones; sin embargo muchos allá de esos comentarios, la gente querían a un nuevo triple coronado en los Estados Unidos. Iba a ser “un hecho” el favoritismo de Cañonero para la carrera. Un detalle curioso… es que: Gustavo Ávila, durante cinco (5) semanas se dividió en dos (2), con compromisos los fines de semana en La Rinconada, y trabajos los días de semana en USA. Hay quienes dicen que Ávila debió haber estado a dedicación exclusiva con el caballo, mientras se estuviese allá, aspirando a la Triple Corona. 

Entre una cosa y la otra, llegó el sábado 5 de junio, la gran fecha para la hípica venezolana y el evento del año, en los Estados Unidos, la edición 103 del Belmont Stakes. Esa tarde tenía buen sol, el verano estaba intenso y había más de noventa mil espectadores, que esperan el desenlace de la carrera de los campeones.

Se vino el turno en la jornada del Belmont Stakes, Juan Arias estaba en el puesto del caballo para ensillarlo. Un paddock tipo jardín, al descubierto y muy particular, donde se respira grandeza. El número para Cañonero II en el Clásico, fue el “8”, el número con la “Visa” de los sueños. A los pocos minutos, Gustavo Ávila, hizo acto de presencia en el sitio, luego de salir del recinto de jinetes y él a sabiendas, que el caballo, no tuvo los ejercicios necesarios y los registros deseados en esos trabajos, que le diera credenciales optimas para la carrera, era una mata de optimismo, lleno de mucha Fe y esperanzado en la “gran carrera”. 

Suena el clarín, que anunciaba el desfile protocolar de los doce ejemplares, al aparato de partida, Cañonero II con el número 8, iba hacia al mismo con altivez, su jockey Gustavo Ávila, muy seguro de sí mismo y con mucha tranquilidad, dado el respeto que se había ganado de la afición y que esta le manifestaba, ya que no era fácil estar en la historia, de los jinetes ganadores de un Kentucky Derby y de un Preakness Stakes.

El punto de partida del Belmont Stakes, esta al frente de la tribuna principal, muy cerca de la llegada. Al cuadrar el último ejemplar, se dió la partida de la competencia, con ella las esperanzas y sueños de los venezolanos. En está ocasión, Cañonero tiene su mejor arrancada, en los primeros metros se posiciona, en el primer lugar de la carrera, al giro de la primera curva, el potro tomó el control de la prueba, viéndosele muy ganoso y con velocidad, Ávila, se acomodó en su cabalgadura a dar lo mejor de sí, con conciencia de lo que tenía en sus manos y de lo que significa ese evento, inmediatamente, se le vino encima a pelearlo Bold Reason, un ejemplar que no había justificado su condición corredora, en el Derby y en el Preakness, pero que andaba muy bien en sus ejercicios. 

En el momento que pasan los 1200 mts. Cañonero continúa al frente de la carrera, con dos cuerpos aproximadamente de diferencia, sobre su escolta y todo hacia suponer, que él mismo tenia opción clara de triple coronarse, ya que el ejemplar venia cómodo en la punta, sin embargo Pass Catcher, ya era llamado a correr. La recta del frente del Belmont Park, en términos criollos: “No es cualquier cosa…” Y Cañonero se mantenía dignamente dominando, pero ahora con más presión del Bold Reason, con quien se vino en un cabeza a cabeza. Cuando comienza, el giro de la última curva, hablamos de que quedan unos 900 mts de carrera, el potro venezolano sigue en la punta asediado por dentro, por Bold Reason y ya por fuera estaba Pass Catcher, pidiéndole cuentas al criollo. Vale destacar: Pass Catcher estaba descansando… 

Una vez que entran en la recta final, Cañonero sede la punta, agotado, luego de dominar 2000 mts. de los 2400 mts. del tramo a recorrer. Ávila pone de manifiesto toda su experiencia y clase, para ver si el caballo, lograba reaccionar y volviese al primer puesto, pero ya tenia una desventaja de casi dos cuerpos, detrás del puntero. Lamentablemente el esfuerzo fue en vano y Pass Catcher se desprendió a 300 mts. del final, el mismo se veía ganador, mientras que para Cañonero, esa distancia parecía una eternidad.

La recta final del Belmont Park de 1971, era una tragedia para los venezolanos, Cañonero II, no sólo cedía el 1er lugar Pass Catcher y el 2do puesto, ante Bold Reason, quien tuvo fuelle para volver y atropellar, sino también también el 3er puesto ante Jim French. Finalmente llegaron así, siendo “Pass Catcher”, el flamante ganador del Clásico. En ese momento los sueños se desvanecieron, la alegría se convirtió en pesar y la realidad se hizo cruda. 

Juan Arias: “Cañonero II tenía una infección, me di cuenta una semana antes de la carrera, cuando lo estábamos herrando y, sugerí retirarlo, dadas las circunstancias”.

Ahora bien… Cañonero II, hizo gran carrera y cayó con honor. Hoy en día podemos afirmar, esos 2 triunfos y el 4to lugar en el Belmont, son una “verdadera hazaña”. Nos quedó la satisfacción de sorprender al mundo y que la delegación criolla representada por: Pedro Baptista (Propietario), Juan Arias (Entrenador), Gustavo Ávila (Jinete) y Juan Quintero (Cuidador), hicieron una gran labor y demostraron, que los sueños son posibles, mientras, haya, buena voluntad, talento, humildad, actitud, compromiso y Fe.

Cañonero posteriormente a los clásicos de la Triple Corona, fue vendido a Robert J. Cléber, por una suma millonaria de dólares, para servir como padrillo en el “King Ranches de Texas”, desafortunadamente el purasangre no dejó cría, que se haya destacado dentro del hipismo. En 1981, Cañonero murió, a diez años de su consagración en las pistas de los Estados Unidos. Los verdaderos hípicos recuerdan su leyenda y el legado de quienes hicieron posible ese sueño.



Por: José Daniel Gil



@josedaniel11

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